REALIMENTACIÓN SOBRE LA EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO
Sí, detestada por todos: evaluados y evaluadores, gerentes
de recursos humanos y ejecutivos de las áreas operativas. La verdad es que
cuando –en el estilo usual– se lleva a cabo el proceso de evaluación del desempeño,
se asocia con disfuncionalidades mal disimuladas en el corto plazo y
francamente evidentes en el largo plazo. Esta constatación mereció que –en aras
del sentido común– se desahucie el procedimiento y se proponga su eliminación
de las prácticas de gestión de personas en la organización (p. ej. Lucy
Kellaway en el Financial Times).
La evaluación del desempeño no alcanza a tener efectos positivos
porque juegan en su contra una larga serie de factores, entre los cuales debemos
mencionar: 1) la pobre atención que le presta la alta gerencia al proceso y sus
resultados; 2) las consabidas ‘malas prácticas’ que los evaluadores aplican,
sin sonrojarse, sesgando los resultados para favorecer o perjudicar
intencionalmente a miembros que no hicieron mucho por merecer tal calificación,
o situando a todos sus colaboradores en el –inútil– “promedio aceptable”; 3) la
resistencia –abierta y militante en algunos casos– de los propios evaluados a
reconocer obvias debilidades y claros errores; 4) el área de recursos humanos
comunica tarde y mal el propósito del proceso, y no brinda entrenamiento oportuno
ni significativo a los evaluadores; 5) los comités de evaluación acompañan de
manera ineficaz el proceso y validan los resultados extemporáneamente, y
finalmente, 6) los supervisores directos dejan a la deriva el vital proceso de
realimentación (feedback), único evento que carga de sentido a todo el esfuerzo.
Pongamos también en la balanza un ingrediente socio-cultural,
reconociendo que en nuestras sociedades de valores colectivistas (en términos de
Geert Hofstede) se privilegian relaciones e interacciones sobre principios
superiores (como la justicia, la verdad y el bien común), de ese modo una evaluación
que debe concluir en la realimentación honesta sobre el desempeño observado, suele
ser vista como una forma de negación del trato igualitario y como una suerte de
delación del supervisor respecto al –insuficiente o mediocre– desempeño de sus
supervisados, debilitando el sistema de gestión del talento.
Para construir el camino alterno, debemos reconocer que el
talento puesto al servicio del alto desempeño no es causa inicial, sino efecto
y resultado. Es el producto de una cadena de acciones muy específicas cuyo penúltimo
eslabón es el feedback. Los líderes evaden con frecuencia dar realimentación,
para evitar malinterpretaciones, reduciendo así sus opciones de impactar en el
comportamiento laboral cotidiano, empeorando el estado de las cosas. Las reuniones
de realimentación del desempeño entran –por derecho propio– en la categoría
“conversaciones difíciles”, para las cuales es posible (y necesario) prepararse.
Gerentes: La realimentación positiva es un medio poderoso
para optimizar el trabajo de sus colaboradores. Cuando está bien dada, ayuda a
los empleados a afinar sus esfuerzos para alcanzar resultados, fortaleciendo la
confianza en sí mismos, profundizando su compromiso, y aumentando su disposición
a demostrar iniciativa.
Con el propósito de hacer que la realimentación se traduzca
en rendimiento mejorado, es requisito que el colaborador la valore y que sea relevante
para él en términos del logro de resultados. El ‘inmediato superior’ debe
enfocarse en cerrar la brecha entre la acción que se tomó para alcanzar una
meta y el resultado logrado. Debe empezar pensando en el final del proceso, definiendo
lo que quisiera que la persona haga de manera diferente en el futuro inmediato,
esto puede implicar: 1) pedirle que dé pasos adicionales, 2) que se abstenga de
hacer algo específico, o 3) que sea persistente en determinadas circunstancias.
Esto implica que el Gerente o Supervisor directo necesariamente se tomará tiempo
para diagnosticar las causas de las brechas entre acción y resultado, por lo
que deberá afinar y perfeccionar sus habilidades de observación, recuerde mirar
hacia atrás para clarifica los pasos hacia el futuro.
Una vez completado el diagnóstico, el ‘inmediato superior’ abrirá
la charla enfocándose en el propósito de la realimentación: “hablemos sobre cómo aumentaremos tus
probabilidades de alcanzar con éxito los resultados que hemos acordado”, primero
compartirá su propia perspectiva de lo que cree que es necesario hacer, luego pedirá y escuchará la perspectiva del
colaborador sobre el mismo tema, para recién proceder a concertar acuerdos y los
próximos pasos para el seguimiento. Recuerde balancear siempre entre el decir (usted)
y el preguntar (al colaborador) escuchando activamente en todos los casos. Proponga
y pida acciones concretas, enfóquese en preguntar bien, porque genera compromiso
y sentido de propiedad.
El dónde y el cuándo son también muy importantes, aunque serán motivo de otra entrada en este mismo Blog.
NOTA: La Real Academia de la Lengua Española (RAE) reconoce como apropiado el uso del término REALIMENTACIÓN y considera "retroalimentación"como un barbarismo.